Hay historias donde los protagonistas son los delitos y los robos, y en las que unos culpables desconocidos esperan salirse con la suya. Nadie sabe quiénes son, pero a pesar del horror y los escalofríos de las descripciones de hechos sangrientos, los lectores no soltamos el libro hasta que el autor revela la verdad.

¿Por qué nos resulta tan atractivo adentrarnos en este mundo oscuro? La respuesta es sorprendentemente sencilla: porque no hay nada más cautivador que ver en acción a alguien que se vale de lógica, determinación y una pizca de genialidad para entregar a la justicia a quien pone en peligro nuestra necesidad de seguridad y tranquilidad social.

Así empezó la era del mystery y del crime, y no hace tanto de eso; a mediados del siglo XIX, el escritor americano Edgar Allan Poe, con su Auguste Dupin, y poco después Arthur Conan Doyle, con Sherlock Holmes, observaron la sociedad cambiante y cómo el progreso mostraba la otra cara de la medalla, un lado oscuro que asustaba a la sociedad civil. Estos primeros autores descubrieron cómo tranquilizar a la gente y al mismo tiempo convertirlos en lectores ávidos y fieles: contar delitos (a veces incluso crueles), misterios irresolubles, situaciones pavorosas y aparentemente sin salida a través de los ojos de un investigador genial, con una mente aguda y una extraordinaria capacidad de observación.

Estos primeros autores descubrieron cómo tranquilizar a la gente y al mismo tiempo convertirlos en lectores ávidos y fieles: contar delitos (a veces incluso crueles), misterios irresolubles, situaciones pavorosas y aparentemente sin salida a través de los ojos de un investigador genial, con una mente aguda y una extraordinaria capacidad de observación. Pensemos, por ejemplo, en Sherlock Holmes: observa, razona, une las piezas y halla siempre al criminal, guiándonos en un juego de engranajes y deducciones que saca a la luz al culpable (o culpables) tras varios giros narrativos. Una vez tras otra el lector vive la experiencia del miedo y el suspense hasta que llega la hora de la verdad. Se ha hecho justicia, pero sobre todo, ¡se ha garantizado la diversión!

Una vez que se han sentido todas estas emociones, este género te atrapa para siempre porque es muy generoso y ofrece la fantástica garantía de tener a disposición un montón de investigaciones que seguir. Hercule Poirot, de Agatha Christie, resuelve intrincados delitos en la aristocrática Inglaterra del siglo pasado. Pero si nos acercamos a nuestros días, en las novelas negras de Gina D.B Clemen encontramos a jóvenes investigadores (muy parecidos a nosotros) que hacen la vida imposible a canallas de todo tipo y que no cuentan con más armas que su entusiasmo y una mente analítica e inteligente.

Así que, ¿estáis listos para resolver los misterios que os planteamos este mes?